Una tarde en el bosque

Según el decálogo del profesional especializado en autismo de Theo Petters: «Para poder compartir la mente de una persona autista, que padece un problema de imaginación, se debe tener, en compensación, enormes dosis de imaginación.» El autismo… qué complicado! Aún recuerdo esta tarde cuando le dije a Olga que necesitaba inspiración y desestructurar la sesión completamente.»Nos vamos a jugar al bosque» dije, hice la agenda, cogí la merienda y una bolsa con animales «reales», así es como les llama Manuel.

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Imagen de Esther Medraño

Hacía sesiones que no conseguía motivarlo para jugar, mis propuestas caían al vacío y pensé que necesitábamos aire. Caminamos por el bosque al lado de un río, merendamos, comimos gusanitos, hicimos pompas, colocamos en hilera los animales sobre un tronco, le dimos de comer flores azules al cocodrilo. El cocodrilo se empachó con tal cantidad de flores azules y lo hice vomitar consiguiendo arrancarle a Manuel media sonrisa.

Volvíamos a Vínculo mientras yo pensaba que no había ido del todo mal cuando escuchamos un avión que no conseguíamos ver entre los árboles. Entonces las palabras repetidas empezaron a salir a viva voz: «¿Dónde está el avión? Está ahí arriba«, me miraba interesado por mis aportaciones: «No lo podemos ver, está en el cielo, lo tapan las nubes» y las incluía emocionado en su discurso.

Al llegar a clase me dispuse a dibujar en el cuaderno viajero nuestra pequeña excursión pero antes le pregunté: ¿Qué quieres contarle a la profe Bea y a los niños de la clase? Manuel me respondió: «¿Dónde está el avión? Está ahí arriba, no lo podemos ver, lo tapan las nubes«. Pues eso, que ni bosque, ni río, ni merienda, ni pompas, ni animales, ni cocodrilos que vomitan flores… sólo AVIONES! Así es el autismo.

Meses más tarde puedo decir que todos los esfuerzos alrededor de la intervención educativa en el juego no han caído en saco roto y el juego simbólico apareció en Manuel, pero esto os lo contaremos en otra ocasión.

Imágenes de Esther Medraño

Juego simbólico VI: El monstruo naranja

Pasan los años que hace que conozco a Manuel y sus gustos. Le gustan los dibujos antiguos como Tom y Jerry, la Pantera Rosa… así que me atreví a presentarle a Casimiro, un juguete que conservo desde pequeña pero con un nombre adaptado: El monstruo naranja.

Lo utilizamos como distractor mientras intentaba que Manuel comiera en sesión un yogur de fresa, ya que durante todo el curso pasado incluimos la merienda en la terapia para ayudarle a ampliar alimentos y generalizarlos a otros contextos y otras personas.

Monstruo naranja comió yogur de fresa que le daba Manuel, mancharlo le provocaba risa y fue un momento muy divertido que terminó con uno de los juegos preferidos de Manuel: bañarlo en el grifo.

Luego hicimos un apoyo visual con la anécdota para que él pudiera contarlo a su familia y a sus compañeros.

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Imagen: Esther Medraño

No era la primera vez que usaba este recurso, Casimiro era un personaje de TVE que durante los 80 mandaba a los niños a la cama con una marchosa canción de Siniestro Total y que ahora uso para trabajar la rutina de la  noche con los niños que muestran interés por el monstruo naranja.