Es curioso observar las señales previas a un diagnóstico de autismo en un niño, habladas, escritas o dibujadas por las familias.
Vimos vídeos y fotos de Manuel, cuando era bebé. Las señales del autismo estaban ahí, aunque imposibles de descifrar en aquel momento.
Cuando Olga me enseñó el cuaderno que utilizó cuando nació Manuel, me recordó a este fragmento de Miguel Gallardo, previo al diagnóstico de autismo de su hija Maria. Miguel empezó el primer cuaderno de su bebé, con la ilusión de que sería el primero de muchos, pero quedó en blanco tras las primeras sospechas.
En su cuaderno, Olga escribe que Manuel se entretiene viendo caer los trocitos de hierba recién cortada, que juega en el columpio y en el tobogán, pero especifica que sólo permanece sentado, como si jugar fuese un verbo que le quedara grande. Utiliza expresiones como parece que, empieza a… o lo notamos mucho más… para poder encontrar los indicios del desarrollo esperado en su bebé.
«Y pasó el invierno», es la última hoja escrita del cuaderno, cuando la intuición evidenciaba que el desarrollo de Manuel no seguía el camino correcto. Y después el vacío, el vacío del sueño truncado de una maternidad típica.
Para comprender la nueva realidad es necesario reinterpretar a tu hijo, ahora con autismo.